David Reyero | 24 de abril de 2019
La obligación de permitir el acceso de los padres a los exámenes saca a la luz un problema recurrente.
Recientemente se ha levantado cierta polémica a raíz de la publicación por parte de las comunidades autónomas de órdenes relativas a la obligación que tienen los docentes de permitir el acceso de los padres a los exámenes de sus hijos. La realidad es que tampoco es nada nuevo, pues ya en los reales decretos que regulan los currículos de Primaria, en el artículo 16, o ESO y Bachillerato, artículo 8, resulta que es obligatorio desde 2014 facilitar a los padres o tutores “el acceso a los documentos oficiales de evaluación y a los exámenes y documentos de las evaluaciones que se realicen a sus hijos o tutelados”.
¿Suponen estas órdenes alguna novedad? Frente a los reales decretos de 2014 parece que no. Simplemente son un desarrollo legislativo más y aparentemente de una lógica inapelable. Sin embargo, más allá de dicha racionalidad, esta noticia es también una oportunidad de sacar a la luz un problema de fondo y recurrente: los conflictos que parecen multiplicarse entre familia y escuela
¿Cuáles son las raíces de estos conflictos? Dice el filósofo Alasdair MacIntyre: “Lo que consiguen quienes cumplen la función de un buen padre es conducir al niño al punto en que este es educable, no solo por ellos sino también por otra diversidad de maestros”. Sencillo de decir pero difícil de poner en práctica por varios motivos. En primer lugar, por el ruido sin control relativo a la necesidad de que los padres participen en la escuela. Pareciera que tener a los padres en el colegio ya es, per se, garantía de buena calidad educativa, pero las cosas no son tan simples. En segundo lugar, múltiples estudios muestran que tener a los padres siempre en el cole suele ser un síntoma de problemas. Además, si atendemos al funcionamiento interno de la familia, resulta que es ahí donde podemos encontrar algunas claves.
La variable familiar que más correlaciona con el rendimiento escolar en matemáticas, por ejemplo, aparte del ya conocido nivel socioeconómico, es la realización de actividades en familia. Parece que lo mejor que puede hacer una familia por el desarrollo de sus hijos, también el escolar, no sea algo tan ligado a su presencia en la escuela. Basta con que sean familia y actúen como tal. No queremos decir que la familia deba ser ajena a lo que pasa en la escuela, pero su labor está más bien en animar, conversar con sus hijos sobre lo que hacen en el colegio, mantener sobre ellos unas altas expectativas y fomentar buenos hábitos de lectura. No parece que haga falta estar en la escuela todo el día para hacer eso y hacerlo bien.
La segunda raíz, muy ligada a la anterior, podríamos situarla en el crecimiento de la desconfianza. En efecto, hay virtudes públicas cuya caída, de difícil rastreo en estadísticas oficiales, explican mucho mejor que otras los problemas más importantes de la vida social y hay un pegamento esencial para que las sociedades funcionen, pero su deterioro solo lo podemos intuir a través de detalles indirectos que resultan ser significativos.
Lo que consiguen quienes cumplen la función de un buen padre es conducir al niño al punto es que este es educable, no solo por ellos sino también por otra diversidad de maestrosAlasdair MacIntyre
La virtud a la que nos referimos es la confianza y su desaparición genera como fruto la hiperregulación de la vida cotidiana. Frente a la falta de confianza viene la ley; pero la ley, sin duda una respuesta civilizada, manifiesta el fracaso de otras alternativas que deberían haber funcionado primero. De tal manera que cuando lo que siempre ha sido una actividad repetida miles de veces -padres hablando con profesores sobre el rendimiento de sus hijos, con o sin exámenes de por medio- se termina regulando, lo que se pone de manifiesto es la existencia de un conflicto que es insalvable por otros medios.
En el caso que nos ocupa, la relación familia-escuela se ha deteriorado, porque los padres creen a sus hijos frente a cualquier contrariedad y los profesores piensan que los padres están mirando mayoritariamente con intención de fiscalizar su trabajo. Como la vida comunitaria está deteriorada, creemos que la normatividad acabará poniendo las cosas en su sitio, pero a veces, muchas veces, esa normativa que viene en nuestro auxilio para solventar excesos genera más problemas de los que resuelve; y más allá de la lógica ajustada a derecho de las distintas resoluciones judiciales, la hiperregulación puede destruir relaciones extremadamente importantes y frágiles, como la que existe entre padres e hijos o entre familia y escuela,
Un profesor reconocido por sus métodos innovadores y por compartirlos a través de su canal Unicoos en YouTube.
Recurrir a monitores de gimnasio sin una titulación adecuada puede tener graves consecuencias físicas.